Comentario
De las leyendas que los griegos situaban en época micénica destaca sin duda la correspondiente al ciclo troyano, que narra la guerra de Troya y el regreso de los héroes a sus patrias, dramático y lleno de vicisitudes, entre las que sobresalen las que tuvo que pasar Odiseo. El regreso de Agamenón resulta muy significativo, por el proceso de destrucción familiar que se inicia y continúa con la dispersión de los descendientes, coincidente, en fecha mítica, con la desaparición de la Micenas arqueológica. El rey que dirigía la expedición a Troya fue asesinado a través de la confabulación entre su esposa, Clitemnestra, y Egisto, pero fueron muertos por los hijos del matrimonio, Orestes y Electra, que colaboraron en la realización del parricidio. La casa familiar y la ciudad sufren los efectos destructivos, consecuencia indirecta de la expedición lejana a Asia Menor, para destruir Troya. Este episodio puede responder también a los desplazamientos y luchas que caracterizaron la época que iba a terminar con el fin del mundo micénico.
En la Atenas del siglo V a.C., en pleno apogeo intelectual de la ilustración griega, en ambiente democrático, donde se hacían evidentes los conflictos internos de las sociedades humanas, el historiador Tucídides fue capaz de penetrar profundamente incluso en las realidades remotas teñidas por los mitos. En el capítulo 12 del libro I, hace notar que, a partir de la guerra de Troya, se produjeron conflictos internos en las ciudades, lo que después facilitó los movimientos migratorios. Tucídides sabe que la crisis es fundamentalmente interna, aunque provoque desplazamientos que permiten configurar un nuevo mapa étnico, reflejo de la nueva realidad en el plano estructural. Después de Troya se produjo, según Tucídides, la ocupación de Beocia por los beocios expulsados de Tesalia, la del Peloponeso por los dorios y la de Jonia por los colonizadores del Ática.